Quilapayún Header Quilapayún - Sitio oficial
Discurso Homenaje de Barcelona
PorEduardo Carrasco Fecha29 Octubre 2010

Queridos amigos

Neruda tituló su libro dedicado a la guerra civil española “España en el corazón”. Con eso quería señalar el modo tan profundo como el drama del pueblo español era sentido por él y por todos los espíritus democráticos en el mundo. ¿Cómo se llegó a llevar a España en el corazón? Eso fue de muchas maneras, tantas como vidas hay de este tipo al que aludimos. Les cuento la mía y la nuestra, ya que aquí hablo no solo por mí, sino por todos mis compañeros. Pero la mía también, por supuesto, porque si no, la nuestra tampoco sería verdadera.

Cuando yo tenía ocho años, llegó a instalarse a mi barrio de Santiago una señora catalana, con su hija de edad cercana a la mía. Las dos salían muy poco de su casa y la niña pasaba horas tocando el piano, que yo podía escuchar desde la calle porque siempre dejaba su ventana abierta. La situación era propicia para los enamoramientos infantiles y como la niña tenía trenzas rubias y vestía siempre de blanco yo cumplí con mi deber de incipiente galán latinoamericano y me enamoré de ella. Jamás me atreví a dirigirle la palabra. La miraba desde lejos muy intrigado con esa sensación de lejanía y hasta de tristeza que ambas mujeres generaban en torno suyo cuando raramente salían de su casa. Un día sucedió lo que nadie imaginaba: llegó el padre desde España y por fin pudimos ver a la familia reencontrada pasearse orgullosa por las calles del barrio. El hombre andaba siempre con un largo abrigo oscuro, anteojos de sol y un sombrero, de modo que no tengo recuerdo de su cara. Se decía que era “republicano” y que durante años había estado preso. Debo confesar que esto de que el señor fuera “republicano”, palabra que yo no tenía idea lo que podía significar, y además, que hubiera estado preso, eran cosas que despertaban en mí un cierto temor, pero mi amor fue más fuerte y me llevó a pensar que algo extraño había en todo eso, porque no podía ser que una persona indigna fuera el jefe de una familia tan unida y tan afectuosa y, más encima, el padre del ángel por el que yo suspiraba. La historia se detuvo en esos días, porque con su llegada la familia se cambió de casa y desapareció sin dejar rastros. Nunca más supe de ellos. Pero quedaron en mí las palabras “Cataluña”, “España”, “guerra civil”, “preso”, “republicano”, teñidas de una ambigüedad que por fin se disipó cuando en un rincón del escritorio de mi padre encontré un mapa de España plegado y lleno de agujeritos. El asunto me intrigó y pedí una explicación. Entonces, por fin mi padre me contó que había habido una guerra terrible en España y que él como republicano que también era (ahí la palabra adquirió un sentido francamente positivo para mí) había seguido los acontecimientos día a día por la radio y que los agujeritos del mapa habían sido hechos con unos alfileres con banderitas negras y rojas con los cuales anotaba en el mapa los avances y retrocesos de los ejércitos que se disputaban el futuro de España. Todos estos acontecimientos sirvieron para que yo también comenzara a tener a España en mi corazón, situación que, debo confesarlo, no ha cesado hasta hoy día.

La historia se pone ahora colectiva. Cuando formamos el Quilapayún, como éramos todos hispanoamericanos de alma, rápidamente comenzaron a aparecer en nuestro repertorio canciones españolas que cantábamos en nuestros conciertos con mucho éxito. Un día fuimos invitados a la comida anual que organizaban los exiliados españoles que habían llegado a Chile en el Winnipeg. Al final de la comida, comenzamos cantando nosotros, pero al cabo de poco rato eran todos los presentes los que se unieron al coro. Se empezaron a recordar las viejas canciones de la época de la guerra y aparecieron canciones como la Hierba de los caminos, El tururururú, El ejército del Ebro y muchas otras. Rápidamente las aprendimos y las agregamos a nuestro repertorio y a partir de ese momento algunas de ellas fueron grabadas y cantadas en todas nuestras actuaciones.

En 1967, con un grupo de artistas nacionales armamos una gira europea bajo la rúbrica “Chile ríe y canta”, un programa que pretendía llevar al otro lado del Atlántico las canciones y bailes más típicos de nuestra tierra. Por supuesto que nuestro mayor deseo en ese momento era poder llegar a esta tierra. Con gran alegría desembarcamos en el aeropuerto de Barcelona, ciudad en la que comenzaba nuestra ansiada gira por España. Pero las cosas no resultaron tan felices como las esperábamos. Los organizadores locales nos estaban esperando con aire preocupado: las autoridades habían negado los permisos para actuar y tendríamos que contentarnos con visitas turísticas a las ciudades donde pensábamos cantar. En el trayecto del aeropuerto a la ciudad, defraudados como estábamos y como una forma de protesta, comenzamos a cantar a voz en cuello las canciones que nos habían enseñado nuestros amigos del Winnipeg. Súbitamente, el bus se detuvo. El chofer se paró delante nuestro y cariacontecido nos pidió que por favor no siguiéramos cantando ese repertorio. Nos explicó que él era un hombre de trabajo y que si seguíamos en eso lo poníamos en peligro a él y a su familia. Fue ese el primer encontrón que tuvimos con el franquismo. Tuvimos que ponernos la mordaza y vagabundear por España aplacando nuestras ganas de gritar. En ese momento, España nos pareció un país triste y se acumularon en nuestro corazón las razones para poner nuestras canciones al servicio de la libertad y la democracia. Durante todos los años que siguieron hasta el golpe militar en Chile, la lucha del pueblo español siempre estuvo presente en nuestra actividad artística.

Después vino el exilio nuestro. En Francia, hermanados como estábamos en la tragedia de nuestros países, sin dejar de cantar por nuestra patria, seguimos cantando por España. Hicimos innumerables conciertos de solidaridad con la lucha por la democracia del pueblo español en diferentes países de Europa. Nuestras causas eran una sola causa y creo que todos los que vivieron esas campañas son testigos de nuestro deseo de que España recuperara al fin su libertad.

Y entonces se produjo lo que parecía imposible. Tan imposible que al principio nos pareció que los que nos contactaban desde Barcelona para hacer un concierto allí y otro en Madrid no estaban enteramente sanos. En todo caso, el nombre de la institución que representaban nos pareció muy bello: Agermanament. Algo así como “hermanamiento” que era lo que desde hace tiempo sentíamos que nos estaba pasando con este país. La cosa fue tomando cuerpo de a poco. Es cierto que había varios indicadores de que la situación en España estaba cambiando. Pero un concierto del Quilapayún en Barcelona todavía en esa época parecía algo impensable. Sin embargo, era tal el entusiasmo de estos organizadores y eran tantas las ansias que nosotros teníamos de por fin cantar aquí, que nos pusimos manos a la obra. Se enviaron las especificaciones técnicas y entre ellas algo insólito para nosotros: la lista de canciones que debían ser pasadas por la censura. En dicha lista habíamos puesto varias canciones instrumentales y por supuesto ninguna que tuviera la menor relación con la situación política interna. Cuando recibimos de vuelta la respuesta, la lista de las aprobadas se había reducido considerablemente, aunque, para sorpresa nuestra, en ella venían El pueblo unido, la Represión y otras que las habíamos puesto por si pasaban, pero sin esperanzas de que fueran aceptadas. En cambio, otras que eran anodinas, fueron prohibidas.

Recibimos una cantidad de instrucciones de los organizadores para el paso de la frontera y posibles respuestas en caso de ser interrogados por la policía. El clima era de mucha tensión. Se nos había informado que las autoridades habían prohibido la propaganda callejera y como no había diarios en los que se pudiera publicitar el concierto, la aventura se veía bastante difícil de lograr. Partimos por fin el día señalado, y tomamos el tren muy nerviosos. Pasamos la frontera sin contratiempos y poco tiempo después pudimos por fin abrazar en la estación de Barcelona a nuestros amigos catalanes. Se movían rápida y eficazmente y nos dieron la sensación de que todo estaba sabiamente organizado para que no tuviéramos ningún problema. Estaban tan entusiasmados como nosotros. Hicimos algunas entrevistas y hasta un programa de televisión, que nadie creía que iba a poder resultar.

El día del concierto, nuestros amigos nos llevaron al Palau muy temprano y nos dejaron en los camarines esperando hasta la hora de inicio. Estábamos afinando nuestros instrumentos, cuando de pronto sentimos unos golpecitos en la puerta. Fuimos a abrir y nos encontramos delante de unos señores de traje oscuro que venían con un disco nuestro en la mano. Se presentaron muy seriamente como policías y comenzaron a hacernos preguntas sobre lo que pensábamos hacer en el concierto. Lo que más les preocupaba es que no fuéramos a cantar las canciones del disco que traían, donde estaban las canciones de la guerra civil. Nosotros les aseguramos que nos portaríamos bien, que no habíamos venido a provocar a las autoridades y ellos ya asegurados se despidieron amablemente de nosotros. Pasó un rato y volvieron a escucharse golpes en la puerta. Eran los mismos policías, ahora muy sonrientes y con el mismo disco en la mano. Extendieron hacia nosotros el famoso disco y ahora nos pidieron que les firmáramos un autógrafo. Lo hicimos entre sonrisas que iban y venían y salieron finalmente del lugar. Algo estaba cambiando en España.

El concierto es uno de los acontecimientos más grandiosos que nos ha tocado vivir en toda nuestra carrera artística. La censura nos había dejado unas pocas canciones, pero gracias a una cierta astucia, logramos hacer una presentación honorable de nuestro cometido artístico y político. Sin embargo, los grandes protagonistas de estos conciertos no fuimos nosotros, sino el público. Cuando salimos al escenario nos encontramos con un desborde de emociones que no habíamos presenciado nunca antes, ni tampoco presenciaremos nunca después de esos días. Todo el mundo quería expresarse y lo hacía buscando pretexto en una mínima frase, en una palabra, en un subentendido. No necesitábamos decir abiertamente nada, bastaba con sugerir, con hacer una breve alusión o un leve gesto y el lugar se venía abajo. Nos entendíamos más allá de las palabras y la censura se reveló como una ingenuidad porque en ese clima de hermandad (Agermanament) nos habríamos entendido igual si todos hubiéramos sido sordomudos. Esa sensación de comunidad más allá de las palabras fue lo más hermoso de esos conciertos. Cientos de banderas de todos los pueblos de España se agitaban por todos lados y aunque el lugar estaba atestado de policías y cantábamos con el escenario circundado de militares con metralleta en mano, la valentía del público de que éramos los principales testigos nos emocionó hasta las lágrimas. Recuerdo a un señor que levantaba su puño en las narices mismas de un policía armado gritando con una convicción que nunca he escuchado en otra ocasión: “el pueblo unido jamás será vencido”. Creo que en esa ocasión nosotros fuimos el público y la gran función la dieron los espectadores. ¡Qué privilegio estar allí! ¡No hemos visto jamás algo tan admirable!

Hoy día recordamos esos hechos. Si hubiera que darle a alguien una condecoración, lo justo sería dársela a cada uno de los que fueron protagonistas de ese hecho mágico que todos vivimos gracias a la valentía de todos los que allí estaban. Si tuviéramos que buscar razones para amar a este pueblo, digo, a los españoles, pero en especial a los catalanes, en ese concierto encontraríamos más que suficientes. Y eso fue posible porque a unos locos se les ocurrió que por un instante se podía devolverle a toda esa gente la libertad por la que estaban clamando. Eso hicimos juntos. No sé si fue un sueño, pero si no lo hemos olvidado quiere decir que algo de eso se hizo realidad en esta España, en esta Cataluña en que ahora estamos. Y es que no hay que olvidar jamás que un día, gracias a unas pocas canciones, derrotamos juntos a las fuerzas oscuras que pretendieron doblegarnos. Gracias (nombrar aquí a los Agermanament…,gracias señor Alcalde de Barcelona, gracias Cataluña, gracias España.