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De sur a norte
PorHugo Lagos FechaAgosto 2009

Era pasada la medianoche, el aire estaba fresco pero no frío, el invierno en Santiago va y viene en agosto. Llegar a la ciudad de noche es diferente, poca gente, no se habla mucho, sólo se escucha el ruido de los autos y sólo se ve el alumbrado público. El silencio empieza a ganar terreno. Cansancio, hotel y una buena cama, mañana en la mañana hay que ir al estudio a grabar la última canción de “Solistas”.

El “niño maravilla” saltó por encima de la defensa danesa, todos postes de 1.80m p’arriba, y de un certero cabezazo puso las cosas en su lugar, la roja se impuso 2 a 1 en un espectacular amistoso con Dinamarca. Años que no veíamos jugar a la selección de esa manera, grande Bielsa, buena suerte muchachos que en el mundial otra cosa es con guitarra.

Dos ensayos con los chilenos para ajustar el programa de homenaje a Víctor y partió la gira. Primera tirada: Valpo, Conce (2 recitales), Talca y la cantata en Puerto Montt.
Primera vez que en Chile se hace un homenaje a Víctor Jara de esta manera, ya era hora y en Valparaíso, además de ser el lugar más indicado para empezar tuvimos la sensación que era lo que había que hacer. Allí Víctor aceptó ser director del Quilapayún.
El Mercurio no miente y resumió la cosa en dos palabras “la contundencia del espectáculo es total”. Ni más vuelta que darle.

Al otro día temprano en un bus especialmente para nosotros partimos a Concepción, Richard y Nelson amigos del Ventiscka y asesores escénicos de la gira, Eduardo Vergara más la producción, éramos 14 y poco a poco entre garzas y queltehues, eucaliptos, pinos y aromos nos fuimos adentrando rumbo al sur, nubes arreboladas, cordillera blanca inmaculada y los “viejos volcanes” a la izquierda de las ventanillas.

¡¡Quién anima los veloorioos!! ¡¡ Conservatoorioo!!

Con el huaso Carrasco nos fuimos haciendo recuerdos. 1972, Compañía 1264, el conservatorio era un hormiguero desde el 11avo piso hasta la calle, se cantaba, se tocaba y se bailaba, se discutía, se comía, se manifestaba. Se respiraba música en cada rincón y cada piso tenía su onda sin olvidar las bellas bailarinas del séptimo, los romances nacían en las salas donde se practicaba piano a solas o acompañado, fogosos besos robados o amorosamente concedidos, la pasión de los 20 años. Después del 11 cayó una chapa de plomo que lo sepultó todo. Se apagó la vida… el huaso me dijo que en el Quila estaban probando gente para hacer unos talleres, fuimos los dos yo me quedé y el no, se fue con el Huamarí, tenían el proyecto de trabajar con Víctor Jara, así nació “La población”, después del golpe se integró al Barroco Andino. Excelente músico y cantante “Weis” (huaso en inglés).

No se pudo evitar, entre los restoranes “donde la Camila”, “Las viejas cochinas” y la “Tía cucharita” pasó lo que tenía que pasar, dos “franceses” y dos chilensis del Quila se agarraron una fulminante “directa”, Chile de repente pega la desconocida y la higiene alimentaria deja que desear. Felizmente las tabletas de carbón provenientes de Europa restablecieron la situación.

Así llegamos a Pto. Montt. García miró el mar y dijo perentorio, “aquí empieza el principio del fin del mundo”.

Contrariamente a las previsiones meteorológicas no llovió. Dos mil personas llegaron a la Arena a pesar del frío y ovacionaron la cantata, hacía 20 años que no veníamos.
Después del concierto, pescadito a la plancha con arrocito blanco por razones obvias, nuestro bus y a Santiago los boletos. Llovió casi todo el camino.

Aterrizamos en Calama, 2.300m de altura, con 22°C un radiante sol de media tarde, un aire transparente y un cielo nítido donde las montañas parecían dibujadas, como si se pudieran tocar con la mano. Por estos lados el desierto cambia de color 24 veces al día. A lo lejos se veía el humo de la explotación de Chuqui.

Fuimos a ver el teatro, las entradas estaban agotadas desde hacía tres días. “Porqué no hacen otro recital”, “no podemos, pero el próximo año volvemos”.

La cantata se interpretó con orquesta juvenil y en el relato estuvo Carrasco quien recibió las felicitaciones de los compañeros por haberlo hecho muy bien.

El peor lugar par hacer conciertos en Antofagasta es el “Sokol”, una acústica incontrolable, lugar inmenso donde no se entiende nada. Estaba previsto hacer la cantata con la orquesta juvenil y el ensayo general en esta especie de estación central sin trenes fue difícil.

Llegaron más de 3.000 personas y nuestro ingeniero de sonido y amigo Eduardo Vergara hizo maravillas, el concierto fue muy bueno superando todos nuestros temores técnicos. Eduardo es un gran profesional.

La nota simpática la puso el fantasma del soldado desconocido que apareció en una foto tomada nadie sabe donde, según Carrasco quería escuchar la cantata, tiene buena onda y estaba arrepentido de las barbaridades pasadas. Esperemos que sea cierto.

El desierto no tiene misterios para Farzan, geólogo de formación y que ha estado un montón de veces por estos cerros en salidas a terreno completamente solo. Nos estuvo explicando las capas geológicas, el caliche y el salitre, una noche se bajó de su doble tracción por una necesidad biológica urgente, en eso estaba cuando sintió ladridos de hambrientos perros salvajes que se aproximaban peligrosamente. Farzan se subió rápidamente a la camioneta y siguió su investigación solitaria en medio de la noche. Debe ser por eso que no le tiene miedo a nada. Ahí estuvimos en su sexagésimo aniversario y los 60 invitados compartimos las dos tortas.

De Antofagasta nos fuimos a María Elena, campamento situado en medio del desierto, inmensidad y soledad cósmica, sensación de pequeñez humana, tierra, polvo y piedra seca, montañas como presencias silenciosas y arriba quemando el sol…

De las pocas explotaciones de salitre que aún funcionan, María Elena es un campamento privado, pero con una municipalidad y un alcalde elegido democráticamente, en su tiempo fue UDI, en la actualidad es socialista.

Don Jorge Godoy quería realizar un sueño, el de tener al Quilapayún allí y allí estuvimos. Cantando al aire libre la cantata en medio del desierto, dos pantallas gigantes, una a cada lado del escenario, una orquesta juvenil reducida y una brisa traicionera que nos iba helando de a poco. Carrasco hizo tan bien el relato que en la parte del “General”, casi lo agarran a peñascazos…

Empalmamos con siete canciones más los bises, terminamos, nos fuimos a comer con Don Jorge y al otro día a las 7 de la mañana estábamos de vuelta a Antofagasta. “Se vende museo del salitre” decía el letrero. Así está Chile. Todo se vende o se compra.

Paramos a tomar desayuno en Baquedano y la otra nota simpática la puso un camión, se llamaba Quilapilún, nos cagamos de la risa pero alguien nos explicó que Quilapilún era un pueblo cerca de Til-Til. Divertido de todas maneras. Habrá que visitar Quilapilún algún día.

A las 12 despegamos. En Santiago hacía calor, el invierno en agosto a veces viene y a veces se va.

.......continuará.