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El sonido Quilapayún
PorHugo Lagos FechaDiciembre 2007

Fotografía: Alejandro Stuart

A los chilenos nos gusta cantar y en los años 60 entre la «nueva ola» y el «neo-folklore» se asentó en Chile una corriente musical nacional corroborada más tarde por la «nueva canción chilena». Nada raro entonces que a partir de ahí el sonido Quilapayún sean sus voces. Dicho esto, la afirmación merece algunas explicaciones : la voz expresión esencial de comunicación humana nos interpela directamente, y cuando se trata de canto esta expresión se transforma en emoción para el que la transmite y para el que la recibe. El Quila ha forjado su personalidad sonora en torno a sus voces, el timbre de este coro masculino ha sido fundamental a lo largo de su evolución musical. En los comienzos fue un grupo esencialmente de barítonos, rápidamente las voces se decantan y desde el disco X Viet-Nam aparecen, tenor, barítono tenor, barítono y bajo, el trabajo armónico de estas voces alcanza una etapa mayor de desarrollo con la interpretación de la cantata Santa María de Iquique. Luego vendrán otros desafíos.

El timbre Quilapayún es una forma de cantar presente desde las primeras canciones («la paloma», «el pueblo», «somos pájaros libres»), una manera de entregarse a esta expresión, de implicarse en ella más allá del puro estetismo vocal. Fuerza expresiva de un discurso musical cuyo contenido no deja a nadie indiferente y que se funde en la realidad social de fines de los 60. Voces solistas y voces armónicas que a través de su desarrollo le han dado espesura y personalidad a este canto. No está demás decir la emoción que siempre ha suscitado en los auditores, espectadores e incluso en los cantores, tal manifestación.

Habría que decir que todos los integrantes quilapayunescos han sido solistas en algún momento, unos más que otros, con las diferencias que se imponen pero que revelan una idea de la manera de trabajar que ha hecho la fuerza y la «mística» de este conjunto y que está en sus fundaciones. Todos pueden.

El «éxito» de un grupo es justamente eso, el de ser un conjunto de individualidades reunidas por un mismo objetivo, en este caso el de crear una identidad cultural propia, objetivo compartido por todos los chilenos, es tal vez una utopía, pero una utopía realizable.

El Quila no sería lo que es sin el aporte de cada uno de sus integrantes fuesen importantes o modestos, cada cual sus talentos, éstos forman parte de la « alquimia » de un grupo, mezcla misteriosa que se forja a través del tiempo y la vivencia. De la misma manera, sin desmerecer las individualidades que han hecho avanzar este proyecto, ningún aporte o nueva creación sería lo que es sin la realización colectiva que significa el trabajo de conjunto, es decir, el montaje paso a paso de obras y canciones que pasa y se transforma por el abanico de posibilidades que ofrece un grupo hasta llegar a la mejor solución estética, escrita o no, « a lo que mejor suena » y que satisface a todos o a la mayoría. Hay aquí una interacción entre autor-compositor e intérpretes inherente a la actividad de cualquier conjunto. Así, el « sonido » quilapayún ha puesto su timbre al servicio de obras tales como la cantata Santa.María de Iquique, La Fragua, Vivir como él, La Guerra del Carbón (inconclusa), Américas, Un canto para Bolivar, Oficio de tinieblas, Canto 7mo., Sinfonía de los 3 tiempos de América.

El sonido, el estilo, la fuerza y originalidad del Quilapayún son el fruto del trabajo, la perseverancia, y la constancia pero también de la apertura que su director artístico histórico, Eduardo Carrasco, siempre ha practicado en dirección hacia otros artistas y compositores, lo que ha permitido una exploración musical de éste conjunto más allá de lo que todos imaginábamos podíamos hacer en tanto que músicos populares, la experiencia de cantar juntos durante largos años ha hecho el resto.

El descubrimiento y la emoción de las primeras veces es lo que deja las huellas más profundas. Así, los recitales de septiembre 2003, agosto 2004, agosto 2005 y agosto, octubre y noviembre 2007 en Chile, han sido un fuerte reencuentro entre los artistas y su público natural, antiguos y jóvenes que han visto por primera vez a este Quilapayún que hoy día, fiel a su historia, envuelto en la porfiada memoria ha vuelto a casa en medio de lágrimas, risas, gritos, canto y baile para decir que el sueño y la esperanza existen y que seguimos de pie.