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Mamadú
PorHugo Lagos FechaMarzo 2008

El rendez-vous en Charles de Gaulle era a la una y cuarto en el mesón de Air-France. Y ahí, esperar a los que venían de Chile, Farzan (Ricardo Venegas) e Ismael. El avión a Estocolmo despegaba a las 16 :30, teníamos suficientemente tiempo. Cuando estuvimos todos, nos dirigimos al check-in, los "chilenos" aún no llegaban. En eso estábamos cuando sonó el celular de Hernán; "los equipajes de Farzan y de Ismael no llegaron", dijo la voz al otro lado. ¡¡Mierda!! que vamos a hacer. Hechamos pestes contra la TAM. Va a faltar una guitarra, el tiple y los ponchos… mala onda. En eso, aparecieron las caras cansadas de nuestros amigos y por un momento nos olvidamos de los equipajes ydimos paso a sonrisas y efusivos abrazos de re-encuentro.

Mamadú, un negrito senegalés funcionario del aeropuerto y músico en sus horas libres entendió inmediatamente el problema y con mas voluntad que un bombero quedó a cargo de recuperar el equipaje perdido y enviarlo a Suecia. "Yo me encargo personalmente de éste problema" le dijo solemnemente a Farzan. Nos fuimos a la sala de embarque con la angustia si la cosa funcionaría o nó.

Aterrizamos en Arlanda como a las 7 de la tarde y por supuesto ya estaba oscuro, no había nieve, raro a fines de febrero, a lo mejor el calentamiento global.
Un compadre mexicano que venía en el avión y que se enteró del percance le regaló una chaleca a Ismael, por si acaso, ya que venía solo con la veraniega polera chilena.

Hacía como 20 años que no habíamos vuelto a Suecia donde estuvimos cantando varias veces en la época del exilio. Inmediatamente reconocí el lugar, el aire fresco, limpio y transparente, nadie en las afueras del aeropuerto, la tranquila soledad nórdica.
Cuarenta y cinco mil chilenos viven en éste país organizados en diversas asociaciones. Ian Edelstan, embajador sueco en Chile durante el golpe militar jugó un importante rol en el exilio chileno a éstas lejanas tierras. Para él valga nuestro reconocimiento.
"El equipaje viene en el vuelo que llega a las 22h" nos dijeron los funcionarios suecos. Nos volvió el alma al cuerpo.

Llegamos a Uppsala y nos fuimos a comer. De vuelta al hotel seguimos conversando hasta que por fin vimos llegar la guitarra, el tiple y las mochilas de los muchachos.

Quedamos de ensayar al otro día entre las diez y las doce y media para preparar el concierto, acto seguido, todo el mundo se fue a dormir, eran como la una de la mañana.