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Mondiofolk
PorHugo Lagos FechaAgosto 2008

Fotografía: Valerie Müllier

En Europa hay dos tipos de año, el administrativo que va de enero a diciembre (como en todas partes) y el de las actividades ritmadas por las estaciones. Es decir, las vacaciones de verano comienzan más o menos el 1ero de julio y se terminan el 1ero de septiembre, julio y agosto vienen a ser como enero y febrero en Chile, allá estos años coinciden, aquí no.

Así, estamos llegando al final de un periplo que comenzó en agosto del 2007 con el frío austral de la Pintana y el calor humano y del pisco en bandeja que circulaba en el Caupolicán por una módica cantidad de pesos.

Volvimos a fines de octubre y comienzos de noviembre : Viña, Copiapó e Iquique siempre con la cantata, las orquestas juveniles dirigidas por el maestro Américo Giusti y el « pelao » Gajardo en el relato, sin olvidar el multitudinario recital en la república de San Juaquín con nuestra amiga Tati Penna (hartos besitos para ella…) y los Ventiska.

Después vino Toronto, Montreal y Kitchener en Canadá, el sur de Francia, Uppsala en Suecia, Zaragoza, Barcelona, suburbios de París, México, Palestina, Nicaragua y aterrizando este primero de agosto de 2008 en Montguyon, ciudad milenaria de 1600 habitantes en cuyo castillo que data del siglo XIII, solía pernoctar Henry IV rey de Francia de confesión protestante, a ese a quien se le atribuye el consumo del famoso plato popular francés «la poule au pot», la gallina a la cacerola, y que fuera asesinado por un súbdito católico de una puñalada en el corazón.

Pero no nos alejemos del tema, al lado de las ruinas del castillo tiene lugar el festival Mondiofolk que comenzó hace 30 años siendo nosotros invitados por primera vez en 1982. Este festival existe gracias a la voluntad, la tenacidad y la generosidad de un puñado de franceses benévolos que consagran y despliegan esfuerzos insospechados para llevar a cabo esta noble iniciativa, « tous differents, tous égaux / todos diferentes, todos iguales » tal es su divisa. Mondiofolk como su nombre lo indica reúne manifestaciones musicales y de baile de todo el mundo, así, este año entre ukranianos, georgianos, serbios, hindúes, belgas, españoles, venezolanos y ecuatorianos nos tocó participar por segunda vez. Y ahí estuvimos con nuestros ponchos, nuestros cantos y nuestras quenas, al aire libre en la noche abierta del verano septentrional, con las iluminadas ruinas del castillo a nuestras espaldas, como en el 82. Sólo faltaban el Willy y Farzán.

La próxima será en septiembre, «puro chile es tu cielo azulado», con los chilenos de todo Francia celebrando las fiestas patrias, «o el asilo contra la opresión».

Ahí nos vemos.