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Pasto II
PorHugo Lagos FechaMayo 2010

El compañero Gómez y el amigo Carrasco lo dijeron todo o casi todo, lo cierto es que al volver de Bordeaux después del concierto de solidaridad con los damnificados del terremoto, García me pidió la guitarra para ir a Pasto, la suya estaba fallando. Así, mi guitarra se las emprendió para Colombia y tal vez con ella fue un poco de mi alma…

Raras veces ocurre y a veces llega sin avisar. La emoción intensa, aquella que cala en lo más hondo del corazón, aquella que humedece la mirada, aquella que nace del gesto generoso que nos vuelve humilde y nos da la impresión de ser mejores.

Sentado en el teatro o en la concha acústica, bajo cielos arrebolados y árboles infinitamente verdes, a dos mil metros de altura, todo Pasto fue a ver al Quila. Momento privilegiado, eso fue mucho más que un concierto.

Artistas profundamente populares y respetuosos de un público devoto, la actuación en Pasto dejará una huella indeleble. De memoria de Quilapayún, pocas veces ha sucedido.

Las raíces son las raíces y la palabra es la palabra. El sentimiento se cristaliza en la canción, la descarga sacude a todo el mundo y después de la última nota nadie quiere irse, tráiganme todas las manos, los negros, los blancos, los de aquí y los de allá.

Enclavada entre los cerros desde el fondo de los tiempos Pasto la milenaria nos vuelve a recordar quienes somos.

En veinte años más alguien dirá, “yo estuve” y otro u otra responderá con un brillo en los ojos, “yo también”.

De memoria de pastuso, pocas veces ha sucedido.