El Palau es un santuario. Diosas de la música viven en su escenario y con sus flautas, liras y
violas acogen al músico errante que llega hasta esta gruta encantada a quedarse algunas
horas, el tiempo necesario de rendir homenaje al invisible arte.

En medio del invierno europeo y sus temperaturas polares el sol de Barcelona era una isla de
luz, cálida y acogedora éste 31 de enero. Los xilenos de Xile llegaron a la hora prevista al
mismo tiempo que los xilenos de Francia y a pesar de las treinta y dos horas de viaje, otras
tantas más se sumaron entre comentarios, pelambres, anécdotas, historias de helicópteros
sin bencina etc. etc. Cuestión de ponerse al día.

“Tu tocas la quena aquí y yo el charango acá” “si, si, hay acordeón, lo llevan al lugar donde
ensayamos” “Ok”, “mañana nos vienen a buscar a las 11 para ir a la tele, hay que cantar
Amanda, lo pidieron ellos y no tiene que ser muy largo” “Bueno, pero vamos a comer” Calamares a la romana, croquetas de pollo, ración de jamón, patatas bravas cerveza y Rioja. Eran las 11 de la noche.

Al final, “Te recuerdo Amanda” en tele3 terminó transformándose en una simpática
entrevista y una improvisada Muralla, lo que no tenía que exceder mas de tres minutos duró
mas de diez. Cosas del vivo y en directo.

El Palau de la música se llenó de gente, los amigos de siempre estuvieron presentes y los de
Francia también. La canción de Luis Llach dedicada a Allende fue cantada con profundo
sentimiento que es tanto o más importante que la correcta pronunciación de esta lengua
que no es exactamente la nuestra. El público aplaudió “dampeus” (de pie).

Las musas del Palau se quedaron otra vez solas y según dicen, en el silencio de la noche
hacen misteriosos conciertos que solo escuchan los que aguzan bien los oídos.

Nosotros nos despedimos y como siempre los abrazos de despedida son silenciosos.
“Nos vemos en Xile o tal vez en Sao Paulo”, dicen que… pero esa es otra historia.

Xile: Chile en catalán.